Martes, 13 de mayo 2025
Cuando una persona con la cual conviviste las alegrías, los sufrimientos y las esperanzas de la Iglesia, ha sido elegida para un importante servicio en la Iglesia, nacen y se van desarrollando tantos recuerdos sobre la persona elegida y el trabajo que se ha desarrollado con ella.
Su servidor Monseñor Jaime Rodríguez Salazar, Misionero Comboniano y obispo emérito de Huánuco Perú, comienza estos breves recuerdos con ustedes porque Dios en su providencia ha querido que me encontrase en Perú con su Santidad cuando fue elegido obispo de la Diócesis de Chiclayo y como integrante de la Conferencia Episcopal Peruana.
Del padre Robert Francis Prevost, OSA, había conocido que desempeñó el importante servicio de Superior General de la Orden de San Agustín, promoviendo el amor y la fidelidad a esta vocación de la vida consagrada en dialogo fraterno y respetuoso con la vocación sacerdotal diocesana y las autoridades de la diócesis. Terminado este servicio fue asignado a la provincia religiosa Agustina del Perú. Llevó a cabo varios servicios pastorales en la Diócesis de Chiclayo. El desempeño apostólico generoso, sacrificado y entusiasta lo pusieron en evidencia como buen pastor y así fue propuesto como obispo. El Santo Padre Benedicto XVI lo eligió obispo y de esa manera recibió la ordenación episcopal el 12 de diciembre de 2014. Tuve la fortuna de participar en su ordenación episcopal dejando en mí varias impresiones que ahora tratare de compartirles.
Monseñor Robert Francis eligió ser ordenado obispo en la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. Ya había escuchado su gran devoción por ella y el querer ser ordenado el 12 de diciembre me lo confirmó. Están todavía en mi mente las impresiones del arreglo de la iglesia, los cantos y la liturgia de la ordenación manifestaron el amor y la devoción del ordenando a la Santa Madre de Dios Reina de México y Emperatriz de América.
La fiesta litúrgica y la fiesta fuera de la iglesia fueron espléndidas, caracterizadas por la alegría de los fieles de tener un nuevo pastor y guía seguro en la presencia y varias actividades de la iglesia chiclayana que había vivido tiempos difíciles por fenómenos naturales como inundaciones, etc. A partir de su ordenación episcopal nos hemos encontrado en las reuniones de la Conferencia Episcopal Peruana y en los encuentros de las comisiones episcopales. La impresión que tuve de él es altamente positiva, comenzando con su personalidad sencilla, humilde, respetuoso en el diálogo sincero y fraterno entre los miembros de la Conferencia Episcopal. Manifestaba un gran interés y dedicación a los varios asuntos que se trataban como la evangelización, las vocaciones sacerdotales, religiosas y de laicos comprometidos en el apostolado, la catequesis, las orientaciones de la Iglesia en los campos de la liturgia, del apostolado, de la ayuda y acompañamiento de los pobres, de las familias, el trabajo social y la atención a los jóvenes en su formación humana y cristiana, incluyendo entre sus actividades el deporte como distracción y educación de las nuevas generaciones.
Al escuchar su nombre de León XIV me hizo recordar el interés que tenía en que los miembros de la Iglesia conociesen las enseñanzas y líneas de acción sociales, recordando las enseñanzas de León XIII sobre este tema (Rerum Novarum).
La Iglesia es misionera por vocación, ya que Cristo dijo a los Apóstoles: Vayan y evangelicen. Cuando se dialogaba sobre el asunto de la evangelización y catequesis en las varias jurisdicciones eclesiásticas y en el mundo, Monseñor Prevost manifestaba un amplio conocimiento de las necesidades y urgencias de hacer conocer y amar a Jesucristo. Por eso en el mensaje que dirigió a los numerosísimos presentes en la plaza de San Pedro y a todos los cristianos del mundo cuando fue proclamado Papa, los motivó para que sean realmente misioneros.
Tomo la ocasión para decir a todos ustedes que leen la revista Esquila Misional y que apoyan la obra misionera de la Iglesia, están cumpliendo con lo que el Papa nos recuerda, ¡ay de nosotros sino evangelizamos!. En este sentido el Santo Padre Francisco, de feliz memoria, nos dice que debemos ser una Iglesia en salida siendo buenos discípulos y testigos de Jesucristo caminando en espíritu sinodal. Aunque este tema es reciente, ya en aquellos tiempos de la labor pastoral de la Conferencia Episcopal Peruana se vivía ese espíritu de vida cristiana y apostólica.
La pascua que continuamos celebrando nos recuerda que debemos ser personas de paz y promoverla en todos los ámbitos de la sociedad. Convertirnos en puentes de diálogo y convivencia fraterna. Estos sentimientos los escuché del que hoy siendo León XIV, era obispo de Chiclayo, ya que el Perú ha pasado por tiempos muy difíciles de carencia de una verdadera paz fraterna que ayudase un justo desarrollo y justicia social. Tendría otras varias impresiones que quisiera exponérselas, pero espero que estas pocas los ayuden a admirar, a orar, apoyar y colaborar con el nuevo Romano Pontífice.
Mons. Jaime Rodríguez Salazar, mccj
Obispo emérito de Huánuco, Perú
Misioneros Combonianos