Viernes, 22 de agosto 2025
Todos estamos invitados a participar en esta campaña, de cara a la COP30, para ejercer presión sobre los gobiernos del mundo a favor de una acción climática eficaz, global y oportuna. La campaña continuará durante todo el Tiempo del Creado (1 de septiembre – 4 de octubre) y, como combonianos, lo asumimos como un compromiso jubilar concreto. [Ver archivo adjunto]

UN COMPROMISO JUBILAR COMBONIANO
La campaña por la justicia climática de las Congregaciones religiosas

Introducción

Comenzamos esta presentación con algunas reflexiones desde una perspectiva carismática sobre tres acontecimientos históricos:

  1. El año 2024, el más cálido jamás registrado a nivel global, ha marcado una etapa significativa en la crisis climática. Ha sido el primer año solar en el que la temperatura media global superó en 1,5 °C el nivel preindustrial, un umbral que el Acuerdo de París (2015) sobre el clima pretendía no sobrepasar. Enero de 2025 ha intensificado aún más esta tendencia, registrando el mes más cálido jamás observado. La urgencia de la crisis del calentamiento global no puede ser subestimada. Estamos presenciando impactos cada vez más graves, que afectan especialmente a las personas de bajos y medianos ingresos, tanto en países en desarrollo como en países desarrollados. Nos llega cada vez más fuerte el grito de la tierra y el grito de los pobres. En particular, como misioneros combonianos, herederos de la sensibilidad y del carisma de San Daniel Comboni, nos sentimos interpelados por este clamor.
  2. La COP30 es la conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático prevista para noviembre de 2025 en Belém (Brasil). La presidencia de la COP30 invita a la comunidad internacional a unirse en un "mutirão" global (una práctica ancestral de colaboración colectiva para cumplir una tarea común) contra el cambio climático, en un esfuerzo compartido entre los pueblos por el progreso de la humanidad. La COP30 puede representar un punto de inflexión en la acción climática, guiada por el principio de justicia climática, rompiendo con las tendencias actuales que están llevando al mundo hacia un abismo. El carisma comboniano es especialmente sensible a las exigencias de la liberación integral (RV 61), asumiendo un servicio de evangelización comprometido con la liberación del pecado, también del pecado social cristalizado en estructuras opresoras y tendencias destructivas, como aquellas que la COP se propone superar.
  3. Este año 2025 celebramos un Jubileo ordinario que pone en el centro la Esperanza. En primer lugar, encontramos esperanza en la gracia de Dios, que experimentamos a través de su misericordia y perdón. Pero también estamos llamados a descubrir la esperanza respondiendo a la injusticia ecosocial. Por ejemplo, Spes non confundit —la Bula de convocatoria del Jubileo 2025— lanza algunos llamamientos específicos:

- A dar pasos concretos hacia la erradicación del hambre, un verdadero escándalo para la humanidad;

- La deuda ecológica de las naciones más ricas exige el reconocimiento de la gravedad de muchas de sus decisiones pasadas y la determinación de condonar las deudas de los países que nunca podrán devolverlas. Más que una cuestión de generosidad, se trata de justicia, considerando los desequilibrios comerciales con efectos sobre el medio ambiente y el uso desproporcionado de los recursos naturales por parte de algunos países a lo largo del tiempo.

El Jubileo invita a realizar reparaciones, para preparar un camino de paz en nuestro mundo. Es un llamado a comprometernos para remediar las causas profundas de la injusticia, saldar deudas injustas e impagables y alimentar a los hambrientos. (SNC 16)

A lo largo de su ministerio, San Daniel Comboni entendió el anuncio del Evangelio como fuerza de liberación del pecado y de las estructuras de pecado, como por ejemplo la esclavitud y la trata de seres humanos. Fue una voz profética, comprometida sin reservas en la defensa de la humanidad africana y de los derechos humanos, recurriendo incluso a las más altas autoridades civiles y políticas de su tiempo. Con sano realismo, comprendió que no basta con liberar a los esclavos, sino que al mismo tiempo hay que construir una sociedad alternativa, más justa, fraterna y sostenible —como testimonia la experiencia de la comunidad agrícola de Malbes—, de lo contrario la libertad adquirida acaba perdiéndose rápidamente.

En la situación de su tiempo, San Daniel Comboni supo hacer causa común con los pueblos de África, en sus aflicciones por la sequía y la hambruna, así como por la pérdida de la libertad y la trata de esclavos. No escatimó energías y se comprometió en todos los frentes para defender la justicia social y la dignidad de África, haciendo llamamientos a las máximas autoridades de su época. Comboni denunció tanto el sistema esclavista de la trata oriental como las ambiciones coloniales europeas, que en nombre de la "civilización" imponían su dominio sobre África. Él, en cambio, vivió para promover una civilización distinta, la "civilización del amor", que nace del Evangelio y que florecería a través de la regeneración de África con África.

¿Cómo podemos nosotros, hoy, permanecer indiferentes a lo que está ocurriendo en el mundo?

La llamada del jubileo bíblico

El jubileo 2025 nos invita a ser peregrinos de esperanza, asumiendo también los grandes desafíos de nuestro tiempo para encontrar respuestas que anuncien a todos la buena noticia del Reino que viene. Si miramos a las exigencias del Jubileo bíblico, encontramos orientación e inspiración sobre cómo transformar la esperanza en acción dentro del sistema mundial actual.

La tradición bíblica del Jubileo invita al pueblo de Dios a la conversión mediante el restablecimiento de relaciones justas y una sociedad igualitaria, en la que la dignidad humana y la fraternidad sean respetadas y promovidas. En particular, preveía:

Descanso de la tierra (Lev 25,11): esto significaba liberación de los sistemas de acumulación y explotación, compartir lo que la providencia divina ofrece para las necesidades fundamentales de todos. Cuando lo poco que hay se comparte, hay suficiente para todos.

Devolución de la tierra (Lev 25,10; 13): las propiedades que habían sido vendidas o transferidas volvían a sus dueños originales, asegurando que las familias mantuvieran su fuente de sustento y su identidad sociocultural.

Liberación de los esclavos (Lev 25,10): quienes se habían vendido como esclavos por deudas eran liberados, reafirmando la dignidad y libertad de toda persona y recordando la fraternidad en una sociedad igualitaria.

Remisión de las deudas (Dt 15,1-3): vinculada al año sabático —el año de remisión—, que coincide con el jubileo, era la cancelación de las deudas, permitiendo a quienes habían caído en la pobreza comenzar de nuevo sin la opresión de obligaciones financieras; más aún, los acreedores no podían dejarlos ir con las manos vacías, sino que debían darles lo necesario para recomenzar (Dt 15,13-14). Esto subrayaba la importancia de la misericordia y la solidaridad, ofreciendo a todos una posibilidad de nuevo comienzo.

Estas medidas no eran solo de naturaleza económica, sino que tenían un profundo significado teológico: Dios como único verdadero dueño de la tierra y liberador de su pueblo. En última instancia, se trataba de volver al sueño de Dios para la humanidad; un sueño del que la humanidad se aleja cuando construye una sociedad basada en la acumulación de riquezas y recursos, en la dominación y en la violencia contra los demás, muchas veces disfrazadas de justificaciones religiosas. Al contrario, el Jubileo imagina una sociedad alternativa fundada en el compartir, el servicio, la no violencia y una relación con Dios que escucha el clamor de los pobres.

El jubileo de los peregrinos de la esperanza y la misión evangelizadora

El Jubileo se presenta como una ocasión privilegiada para reimpulsar con fuerza la misión evangelizadora de la Iglesia en un tiempo marcado por crisis globales, desconcierto cultural y sed de sentido. En un mundo atravesado por guerras, desigualdades e inseguridades existenciales, la esperanza cristiana se convierte en un anuncio profético, capaz de hablar al corazón de la humanidad. No es un vago optimismo, sino una certeza fundada en la presencia del Resucitado, que sigue actuando en la historia y transformando las vidas. La dimensión jubilar, desde sus orígenes bíblicos, está ligada al tema de la liberación, del perdón y de la posibilidad de empezar de nuevo. En este sentido, el Jubileo no es solo celebración, sino tiempo favorable para proclamar la Buena Nueva y hacer visible la misericordia de Dios.

Por tanto, el Jubileo representa una oportunidad para involucrar a todo el pueblo de Dios en un renovado impulso misionero. No se limita a Roma, sino que invita a cada comunidad local a convertirse en lugar de esperanza, activando caminos de encuentro, evangelización y transformación social. La fuerza simbólica del Jubileo puede atraer incluso a quienes están alejados de la fe: los temas fundamentales de la devolución de la tierra y el descanso, la liberación de toda forma de esclavitud económica y productiva, y la remisión de las deudas son de gran actualidad y relevancia para los pobres y excluidos en todo el mundo, y pueden convertirse en puertas de entrada a través de las cuales la Iglesia ofrezca una propuesta de sentido accesible y creíble. En un tiempo que arriesga el cinismo y la resignación, el Jubileo invita a la Iglesia a anunciar, con humildad y coraje, que la esperanza es posible —y tiene un nombre: Jesucristo.

El sueño del XIX Capítulo General dialoga intensamente con todo esto: «Soñamos con un estilo misionero más inserto en la realidad de los pueblos que acompañamos hacia el Reino, capaz de responder al clamor de la Tierra y de los empobrecidos.» (AC 2022, 28), que debe realizarse —en respuesta a los desafíos del cambio de época que vivimos y a la luz de la Palabra de Dios— asumiendo la Ecología Integral como eje fundamental de nuestra misión (AC 2022, 30).

La importancia del jubileo en el actual escenario geopolítico

Hoy el mundo enfrenta una "policrisis", es decir, la presencia simultánea de varias crisis que se influyen mutuamente. Por un lado, por ejemplo, está la crisis climática, con impactos devastadores; por otro, nos encontramos en una situación que el Papa Francisco ha definido como una Tercera Guerra Mundial a pedazos. Parece que ya no hay líneas rojas que contengan los conflictos, y la carrera armamentística ha alcanzado niveles sin precedentes, generando nuevas deudas y desviando recursos de los servicios sociales y de las acciones de mitigación, adaptación y reparación frente al cambio climático. El enfoque multilateral y diplomático para la resolución de problemas y conflictos globales está en declive, y el mundo ha entrado en una fase en la que prevalece la lógica de apelar al "derecho de la fuerza", en lugar de a la "fuerza del derecho" (FT 174), al exterminio y a la impunidad. Los derechos humanos y de los pueblos son ignorados o pisoteados, y las desigualdades continúan aumentando debido a estructuras económicas injustas, empujando a cada vez más personas por debajo del umbral de pobreza y al planeta más allá de su capacidad regenerativa.

En un contexto así, el llamado del Jubileo bíblico es más actual y significativo que nunca: es un llamado a reparar un sistema socioeconómico y político injusto, insostenible y marcado por el pecado. Laudate Deum ha invocado un peregrinaje de reconciliación con el mundo que es nuestra casa (LD 69), para construir la paz con la Creación y entre los pueblos.

Transformar la esperanza en acción en el mundo actual

Cuando hablamos de cambio sistémico, nos referimos a una transformación radical de las estructuras sociales y de la mentalidad o cultura que las sostiene. No debemos desanimarnos por la magnitud y complejidad de la lucha contra la crisis que vivimos, con resultados por debajo de las expectativas. Ya había notado Laudate Deum (LD 36) que:

Sigue siendo lamentable que las crisis mundiales sean desaprovechadas cuando serían la ocasión para provocar cambios saludables. [28] Es lo que ocurrió en la crisis financiera de 2007-2008 y ha vuelto a ocurrir en la crisis del covid-19

Y luego:

Para que haya avances sólidos y duraderos, me permito insistir que «deben ser favorecidos los acuerdos multilaterales entre los Estados (LD 34).

Es cierto que en los últimos años el enfoque multilateral ha llegado a una parálisis, por lo que el desafío actual es reconfigurarlo y recrearlo, teniendo en cuenta la nueva situación mundial.

A pesar de todas sus limitaciones y defectos, aún existe un lugar donde esta reconfiguración es posible: la conferencia anual de las Partes sobre el cambio climático, conocida habitualmente por su acrónimo COP. Las Partes son los Estados que han firmado los acuerdos climáticos, como el Acuerdo de París (2015), que actualmente son 197 más la Unión Europea. Cada año vemos cuán lento y decepcionante es el progreso logrado en estas conferencias. Intereses egoístas y conflictivos de los Estados fácilmente bloquean un proceso basado en el consenso. Sobre todo, la cuestión de fondo es el hecho de que, a menos que se cambie el actual modelo de desarrollo, basado en una economía extractivista que busca maximizar beneficios a costa de las realidades sociales y ambientales, no habrá soluciones para la crisis climática. Por eso, el desafío actual es, como sostiene Laudate Deum, reconfigurar y recrear este espacio (LD 37). De hecho, el Papa Francisco ha abogado por un nuevo modelo de multilateralismo que reconozca que «tantas agrupaciones y organizaciones de la sociedad civil ayudan a paliar las debilidades de la Comunidad internacional, su falta de coordinación en situaciones complejas, su falta de atención frente a derechos humanos» (LD 37). Las organizaciones de la sociedad civil y los pueblos indígenas ya pueden participar como observadores en las COP. Las Congregaciones religiosas están llamadas a acompañarlos en este camino, defendiendo la causa de la justicia climática. Y dado que todo está interconectado, como afirma repetidamente la encíclica Laudato si’, cuando los pueblos indígenas, la sociedad civil y las organizaciones inspiradas en la fe abordan la crisis climática en las COP, también conectan esta crisis con la socioeconómica y los conflictos que devastan sociedades y ecosistemas.

La llamada a la justicia climática y la casa común

La crisis climática —como ya se mencionó al principio— ha alcanzado un punto peligroso, alimentada por el calentamiento global. En 2024, la temperatura media de la Tierra superó en 1,5 °C los niveles preindustriales —el límite establecido por el Acuerdo de París (2015) para evitar los impactos climáticos más graves. Las poblaciones de todo el mundo, especialmente los pobres y más vulnerables, ya están sufriendo olas de calor extremo, inundaciones y sequías cada vez más frecuentes.

Inspiradas tanto por Laudato si’ como por la llamada del Papa León XIV a vivir una ecología integral con justicia, las conferencias y consejos episcopales de África, Asia, América Latina y el Caribe (CCEAAAL) han difundido un mensaje con motivo de la COP30, dirigido a los líderes gubernamentales, exhortándolos a trabajar por una implementación ambiciosa del Acuerdo de París en beneficio de las personas y del planeta. Elevan una voz profética, invocando la paz mediante una conversión ecológica que transforme el actual modelo de desarrollo, basado en el extractivismo, la tecnocracia y la mercantilización de la naturaleza. En línea con la posición de los obispos, también las Congregaciones Religiosas Católicas hacen oír su voz a favor de la justicia climática, pidiendo a los gobiernos que actúen con valentía durante la reunión de las Naciones Unidas sobre el clima que se celebrará en Brasil (10 al 21 de noviembre de 2025), conocida también como COP30.

La campaña para la COP30 de las Congregaciones religiosas

En relación con las negociaciones en curso, las Congregaciones religiosas, a través de la comisión GPIC de USG y UISG, plantean cuatro demandas fundamentales para responder al grito de los pobres y de la Tierra a favor de la justicia climática:

  1. Cancelación de las deudas de los países "que nunca podrán devolverlas" (SNC 16)

Como afirma Spes non confundit —la Bula de convocatoria del Año Jubilar 2025—, se trata más de una cuestión de justicia que de generosidad. Este tema se vuelve aún más urgente hoy por una nueva forma de injusticia cada vez más reconocida: la existencia de una verdadera "deuda ecológica", especialmente entre el norte y el sur del mundo, relacionada con desequilibrios comerciales con efectos ambientales y al uso desproporcionado de recursos naturales por parte de algunos países durante largos periodos.

Los obispos del Sur Global invitan a constituir una histórica coalición de actores del sur y norte global, unidos por un compromiso ético y de justicia, para abordar la cuestión de la deuda. Por ello, las Congregaciones Religiosas Católicas, a la luz de la situación de muchos países pobres atrapados en deudas injustas que obstaculizan las inversiones para proteger a las personas de los desastres climáticos, piden encontrar formas justas para cancelar dichas deudas, para que puedan destinar recursos a salud, educación y acciones climáticas, en lugar del pago del servicio de la deuda. Este llamado está en sintonía con la exigencia deuteronómica de la remisión sabática de las deudas.

  1. Fortalecer el Fondo para pérdidas y daños (Loss and Damage Fund)

Se trata de una iniciativa acordada en la COP27 (Sharm El Sheikh, 2022) para destinar recursos financieros a los países en desarrollo afectados por pérdidas y daños debidos al cambio climático. Ha sido reconocido como una cuestión de justicia climática, ya que los países que más han contribuido al cambio climático suelen ser los que menos lo han causado, pero sufren sus impactos más graves. Al año siguiente, en la COP28 (Dubái, 2023), se estableció el fondo con compromisos iniciales de aproximadamente 700 millones de dólares, una cifra muy lejana de las necesidades estimadas (que ascienden a miles de millones cada año). Como señala Laudate Deum (2023):

[...] produjo al menos un avance en la consolidación del sistema de financiación por “las pérdidas y los daños” en los países más afectados por los desastres climáticos. Esto parecía dar nueva voz y mayor participación a los países en vías de desarrollo. Pero aun en esta cuestión muchos puntos quedaron imprecisos, sobre todo la responsabilidad concreta de los países que deben aportar. (LD 51)

CCEAAAL pide que los países ricos reconozcan y asuman su deuda social y ecológica, como principales responsables históricos de la extracción de recursos naturales y de las emisiones de gases de efecto invernadero; y se comprometan con un financiamiento climático justo, accesible y eficaz que no genere más endeudamiento, con el fin de reparar las pérdidas y daños ya existentes en el Sur Global.

El cambio climático causa pérdidas y daños que los países pobres no pueden evitar. Las Congregaciones Religiosas piden un fondo para pérdidas y daños que proporcione ayuda financiera rápida, adecuada y equitativa, sin generar nuevas deudas, para permitir a los países afectados reconstruirse y recuperarse. Todo esto resuena con el llamado bíblico a restablecer los medios de subsistencia de las personas empobrecidas.

3. Establecer objetivos para una transición energética justa

Abandonar los combustibles fósiles en favor de energías renovables como la solar, eólica y otras fuentes sostenibles es esencial para un futuro climático seguro. Los combustibles fósiles son responsables de más del 80 % del calentamiento global. Tras décadas de negociaciones climáticas, finalmente los combustibles fósiles han entrado en el centro del debate. Sin embargo, muchos gobiernos siguen aprobando nuevos proyectos de carbón, petróleo y gas —poniendo en riesgo la posibilidad de limitar el calentamiento a 1,5 °C.

Las Congregaciones religiosas piden un plan concreto y vinculante para poner fin a la expansión de nuevos proyectos de carbón, petróleo y gas, y para gestionar una transición global que abandone los combustibles fósiles. Una eliminación equitativa requiere un plan justo para reducir gradualmente la producción existente de combustibles fósiles, donde los países con mayor capacidad y responsabilidad histórica por las emisiones sean los primeros en hacer la transición, apoyando a los demás. Deben cesar los subsidios a los combustibles fósiles, y los Estados deben establecer objetivos claros para el paso a energías renovables, sin dejar atrás a ningún trabajador, comunidad o país. Este llamado está profundamente en sintonía con la exigencia bíblica del descanso de la tierra, para garantizar la liberación de los sistemas de acumulación y explotación.

También los obispos del sur del mundo piden detener toda nueva expansión de la extracción de combustibles fósiles y abandonar el modelo económico basado en su uso. En cambio, proponen apoyar alternativas energéticas sostenibles y descentralizadas que respeten los territorios y las personas que históricamente han sido sacrificadas. La declaración de los obispos subraya que:

La idea de una "transición energética justa", aunque se presente como solución a la crisis ambiental, a menudo termina por perpetuar el modelo actual de desarrollo, que beneficia a grandes multinacionales y países del norte, imponiendo costos desproporcionados al sur global. Los proyectos energéticos actuales a menudo implican el desplazamiento de comunidades y la destrucción de ecosistemas, agravando las desigualdades. Además, la creciente retórica de que la solución consiste en expandir la minería, especialmente para la extracción de minerales "críticos" y tierras raras, es ecológicamente insostenible, injusta y depredadora. Refuerza el extractivismo colonial, transforma territorios enteros en "zonas de sacrificio", viola derechos humanos y devastan la naturaleza en nombre de una falsa sostenibilidad. Es urgente abandonar un modelo económico que propone un crecimiento infinito en un planeta finito, explotando personas y recursos sin límites.

Una transición justa debe respetar los derechos de los pueblos indígenas y comunidades locales, muchas de las cuales viven en territorios ancestrales donde ocurre gran parte de la minería para energías limpias. Ya en Laudato si’ se advertía contra esta tendencia que conduce al deterioro ambiental:

Se trata de «... un modo de entender la vida y la acción humana que se ha desviado y que contradice la realidad hasta dañarla». [LS 101] En esencia, consiste en pensar «como si la realidad, el bien y la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico». [LS 105] Como consecuencia lógica, «De aquí se pasa fácilmente a la idea de un crecimiento infinito o ilimitado, que ha entusiasmado tanto a economistas, financistas y tecnólogos». [LS 106] (LD 20)

En otras palabras, una transición justa no es solo cuestión de pasar a energías renovables, sino también de vivir dentro de los límites planetarios, cambiando estilos de vida y modos de producción y consumo. Aquí el llamado del Jubileo bíblico a dejar descansar la tierra llega plenamente al caso. Suponer que la combinación del poder financiero y tecnológico puede resolver todos los problemas y crear beneficios —sin cuestionar el modelo de desarrollo fundamentalmente erróneo que creó la crisis climática, con su enfoque extractivista y el uso intensivo de combustibles fósiles (LS 23)— es claramente falso. Como afirmó Laudato si’:

La tecnología que, ligada a las finanzas, pretende ser la única solución a los problemas, de hecho no es capaz de ver el misterio de las múltiples relaciones que existen entre las cosas, y por eso a veces resuelve un problema creando otros. (LS 20)

4. Establecer objetivos concretos para desarrollar un sistema global de soberanía alimentaria basado en prácticas agroecológicas

La agricultura industrial daña la naturaleza y el clima. Las Congregaciones religiosas piden apoyar a los pequeños y medianos agricultores —especialmente a las mujeres— que practican la agroecología. Esto contribuirá a crear sistemas alimentarios sostenibles que protejan el medio ambiente y proporcionen alimentos sanos, promoviendo métodos de producción, transformación, distribución y consumo culturalmente adaptados. Esto también está en sintonía con el apoyo de los obispos del sur del mundo a la agricultura familiar, que representa la mayor parte de la producción alimentaria en sus países. Los obispos insisten en que el trabajo de millones de familias sea protegido y promovido, fomentando la cooperación en la gestión sostenible del agua y del suelo, y priorizando la restauración de tierras degradadas.

Este llamado resuena profundamente con los reclamos del Jubileo bíblico sobre la devolución de la tierra y la liberación del trabajo esclavizante, que hoy se manifiesta en formas de relaciones laborales explotadoras, que mantienen en vilo a personas sin medios propios de subsistencia.

Laudato si’ también apoya firmemente sistemas agrícolas sostenibles, a pequeña escala y diversificados, que respeten la naturaleza y promuevan justicia para los pobres. Critica el modelo industrial dominante de agricultura por sus impactos ambientales y sociales. Esta crítica se alinea con la oposición de la agroecología a los monocultivos, la dependencia de productos químicos, y el dominio de las grandes empresas agroalimentarias. La encíclica también afirma la importancia de la agricultura familiar y los saberes tradicionales, fundamentales para las prácticas agroecológicas:

Para que siga siendo posible dar empleo, es imperioso promover una economía que favorezca la diversidad productiva y la creatividad empresarial. Por ejemplo, hay una gran variedad de sistemas alimentarios campesinos y de pequeña escala que sigue alimentando a la mayor parte de la población mundial, utilizando una baja proporción del territorio y del agua, y produciendo menos residuos, sea en pequeñas parcelas agrícolas, huertas, caza y recolección silvestre o pesca artesanal. Las economías de escala, especialmente en el sector agrícola, terminan forzando a los pequeños agricultores a vender sus tierras o a abandonar sus cultivos tradicionales. Los intentos de algunos de ellos por avanzar en otras formas de producción más diversificadas terminan siendo inútiles por la dificultad de conectarse con los mercados regionales y globales o porque la infraestructura de venta y de transporte está al servicio de las grandes empresas. Las autoridades tienen el derecho y la responsabilidad de tomar medidas de claro y firme apoyo a los pequeños productores y a la variedad productiva (LS 129)

¿Cómo participar en la campaña?

Todos estamos invitados a participar en esta campaña, de cara a la COP30, para ejercer presión sobre los gobiernos del mundo a favor de una acción climática eficaz, global y oportuna. Por ello, se ha lanzado una campaña de recolección de firmas en línea, con dos aspectos: la recogida de firmas en apoyo de la declaración de los religiosos para dar visibilidad a nuestra posición sobre las intervenciones necesarias para enfrentar la crisis climática; y el envío de la declaración a los negociadores de nuestros respectivos países, para presionar a favor del bien común frente a intereses egoístas. Sin un fuerte impulso desde abajo, es difícil que la COP produzca resultados a la altura de la situación.

La campaña continuará durante todo el Tiempo del Creado (1 de septiembre – 4 de octubre) y, como combonianos, lo asumimos como un compromiso jubilar concreto.

Participar es muy sencillo: a través del enlace https://www.ecojesuit.com/ndcs-for-cop30/ se accede a una interfaz donde se proporcionan los datos personales, firmando así la petición, y se indica a qué gobierno enviarla.

Conclusión

Estos llamados están estrechamente relacionados con las negociaciones que tendrán lugar en la COP30 en Belém (10-21 de noviembre de 2025). Las Congregaciones religiosas, inspiradas por el magisterio social de la Iglesia, invitan a todas las personas de buena voluntad —otros grupos religiosos y comunidades, sociedad civil, individuos— a unirse a esta campaña por la justicia climática. Juntos, nuestros esfuerzos compartidos pueden contribuir a proteger nuestro planeta, defender a los más vulnerables y asegurar una esperanza para el futuro de las próximas generaciones. Como declaró el Papa Francisco al final de Laudate Deum (LD 60):

Ojalá quienes intervengan [en la COP 30] puedan ser estrategas capaces de pensar en el bien común y en el futuro de sus hijos, más que en intereses circunstanciales de algunos países o empresas. Ojalá muestren así la nobleza de la política y no su vergüenza. A los poderosos me atrevo a repetirles esta pregunta: «¿Para qué se quiere preservar hoy un poder que será recordado por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario hacerlo?

Hno. Alberto Parise MCCJ
Secretariado General de la Misión
Roma