Comboni, en este día

Sobre la formación de los candidatos, Comboni escribe (1881) al P. Sembianti:
Por tanto, en cuanto a la educación religiosa, usted siga haciendo como hasta ahora, y como es su deseo, porque yo conozco bien y profundamente su espíritu y su intención: formar elementos santos y capaces. Lo uno sin lo otro vale poco para el que sigue la carrera apostólica.

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Nº Escrito
Destinatario
Señal (*)
Remitente
Fecha
101
Don Pedro Grana
0
Verona
12. 6.1863

N. 101 (98) - A DON PEDRO GRANA

ACR, A, c. 15/48

Verona, 12 de junio 1863

Mi querido D. Pedro:


 

[733]
Ayer me escribió el Arzobispo de Florencia, diciéndome que ha recibido el rollo de marras, que ha traídos locos a tantos y especialmente a mí. He descubierto cómo se produjo el retraso. Ya he echado la vista encima al que mandó el rollo a Turín; y como en parte hubo malicia y en parte simpleza, habiendo encontrado sinceridad, perdono todo y doy por zanjado el asunto. Sólo debo decir, en honor a la verdad, que la Mensajería Mazzoldi efectuó con la mayor fidelidad, como siempre, el regular envío; y por eso, si Ud. ha reclamado el rollo, como le escribí, suspenda la gestión, porque todo ha llegado a su destino. Es cierto que el Arzobispo rechazó la primera vez el rollo; pero en las circunstancias en que se encuentra, «no sabiendo yo (son sus palabras) que iba a recibir ningún paquete de ese lugar, y al ignorar su contenido, por no creer en lo que figuraba escrito en la hoja de envío, o sea, que había dentro Agnus Dei, sospeché que se tratase de alguna jugarreta o engaño, y decididamente lo rechacé». La equivocación, además, fue mía, porque en vez de enviar previamente una carta al Arzobispo avisándole que iba a recibir el rollo, escribí a un amigo mío de Florencia pidiéndole que se lo dijera al Arzobispo, y el muy simpático no le avisó. Yo había escrito luego al Arzpo. dentro del rollo. Fiat. Todo pasó.


[734]
Diga a D. Bartolo que todo se arreglará. Hasta marzo inclusive, entregué a su recomendada un florín; después, dos esváncicas cada mes. Le escribiría a él, pero no tengo tiempo, y Ud. está más a mano que el correo. Entréguele esta estampita, y dígale que ruegue por mí. Dé mil gracias a Elisa por su admitable gentileza en proporcionarme los informes pedidos. Si todos mis corresponsales fuesen así, podría retirarme al tesólico valle (Teseul), donde respiré los primeros hálitos de vida, y llevar una vida solitaria y anacoreta, porque no tendría nada que hacer en el mundo.

Acuérdese de su



Sincerísimo amigo

D. Daniel






102
Don Agustin Turrini
1
Verona
13. 6.1863

N. 102 (1193) - A DON AGUSTIN TURRINI

ACL

13.6.1863

Autógrafo en estampa.




 

103
Conde Guido de Carpegna
0
Verona
11. 7.1863

N. 103 (99) - AL CONDE GUIDO DE CARPEGNA

AFC, Pesaro

Verona, 11 de julio de 1863

Queridísimo Guido:


 

[735]
¡Oh, qué dulce alegría inunda mi corazón al leer tu estimada carta recién recibida de Carpegna! Entonces, Guido, ¿pronto te podré dar un abrazo? ¿Es cierto? ¿Estoy soñando o va a ser una realidad, una felicísima realidad?... Oh, querido Guido, no me defraudes. Creo que vendrás. No es un sueño, no; y ahora mismo paso a decirte cómo venir de Bolonia a Verona. Si tomas la ruta Ferrara-Rovigo-Padua-Verona, es la más corta, y un poco más económica, pero poco. La ruta de Milán es algo más cara, pero más cómoda y más larga. Al decir breve y larga me refiero a distancia, pero en cuanto la tiempo son iguales; así que haz lo que quieras. Pero yo te aconsejaría la de Milán, porque es siempre en tren, mientras que entre el Po, Rovigo y Padua es en coche de postas. Querido Guido, ven, ven. Y si recibes la nota que te mandé desde Roma, rómpela; porque escribí aquello pensando, como me escribiste, que ibas a venir a Verona después de tu regreso de Bélgica.


[736]
Conque te espero. Y si pudiese saber el viaje en que vienes, iría a recibirte a la estación: Porta Nova, si de Milán; Porta Vescovo, si de Padua. No voy a reprocharte tu largo silencio, porque tu venida a Verona cura todas las heridas y elimina toda queja. Así que veni dilecte mi veni sponsa mea amica mea, surge et veni.

Saludos a Gabriel, al Párroco, a D. Antonio, a Ducci et omnes, etc., y considérame

Tuissimus in corde



Daniel






104
Cdsa. Ludmila de Carpegna
0
?
8.1863

N. 104 (100) - A LA CONDESA LUDMILA DE CARPEGNA

AFVG

(?) Agosto de 1863

Mi buena y venerada Condesa:


 

[737]
Aunque a estas horas Guido debe de haber escrito, porque yo le entregué en mi cuartucho pluma, papel y tinta (menos polvo secante, por si a Ud. no le gusta, y con razón), sin embargo, habiendo recibido su grata, gratísima carta del 7 del mes pasado, y finalizados esta tarde mis muy laboriosos trabajos de predicación, me apresuro a darle noticias de Guido. ¡Me muerdo ahora los dedos por no haberle escrito, como quería, nada más volver de la estación ferroviaria, a la que acompañé a mi bien ami! Le puedo decir que nunca en mi vida he visto a Guido tan gordo, coloradote y sano: ni en Roma, ni en Carpegna, ni en Egipto, ni en Trieste. Y habiendo yo hecho el milagro, el granuja, encima, me dice: «¿Has visto, majete, cómo sin tus medicinas estoy bien y engordo?» «Bien –le contesté–, deseo que todos mis malos pronósticos sobre ti resulten así». Verdaderamente el tío está fenomenal, y de un humor amabilísimo; y ha dejado entre nosotros un maravilloso e imborrable recuerdo, y su nombre estará en el corazón de mis colegiales eternamente. Lo presenté a mi Superior, D. Mazza, hombre santo, docto, de una facultad intuitiva tan admirable que conoce a un hombre a primera vista, y ha visto en él: un fondo de religión católica, el más puro; un ingenio extraordinario; una visión y capacidad de conocer las cosas y el mundo, superior a su edad; sensatez y madurez, y una de las mejores esperanzas para la sociedad.


[738]
Don Mazza nunca se ha engañado en sus juicios; además no sólo en mi presencia, sino ante todos los otros sacerdotes ha hablado así. Y D. Mazza es un santo de los más extraordinarios por caridad y penitencia, y denodado defensor del poder temporal; así que no puedo comprender cómo algunos benditos romanos tienen mal considerado a Guido. Ojalá se me pusieran delante esos tales: les enseñaría a juzgar mejor, y les daría buenas lecciones del Evangelio, de caridad cristiana y de humildad. También le he presentado a mis compañeros, a quienes no soy digno de atar los cordones de los zapatos, y que son profundos conocedores de la literatura y de las ciencias divinas y profesores en el seminario y en los liceos, y se han quedado asombrados de ver reunidos en un joven tantos conocimientos, especialmente de literatura clásica. Y algunos, a los que quizá yo tenía un poco cansados porque a menudo le describía a Guido como erudito y provisto de mil otras buenas cualidades, me tuvieron que confesar, luego de haber pasado horas con él: «No sólo conoce la literatura, sino que ya es un autor granado. Tú nos lo habías alabado mucho, pero nosotros lo encontramos muy superior a tus alabanzas, pues dijiste menos de lo que es en realidad».

Total, que están enamorados y pasmados de Guido, y ahora no hacen más que hablar de él. Y bastantes hombres importantes, como un Martinati, un Angeloni, etc., me han dicho que cómo no les avisé de la llegada de Guido; que con el pretexto de hacerme una visita, habrían acudido a conocer al noble y admirable romano que ha venido a honrarme y a hacernos tanto bien con su grata presencia. Han admirado también su singular condescendencia, dignándose tratar con gente de clase humilde como nosotros, viendo en él a quien es realmente: el primogénito de la ilustre familia de los condes de Carpegna y príncipes de Scavolino. Cuando recibí la carta que Guido me escribía desde Carpegna, puse a disposición de él mi habitación, que es la menos indecente del pobrísimo lugar donde resido, a lo que D. Mazza me autorizó de buena gana. Pero habiendolo sabido D. Beltrame, director de los Sacerdotes, que estuvo en Roma en la casa Carpegna, habló con los otros y les dijo que se trataba de un alto personaje, de un patricio romano, y se dieron cuenta de que habría sido una vergüenza hacer venir a una persona noble para alojarla en tan pobre casa.


[739]
Yo, que conozco a Guido, así como su bondad y condescendencia, me opuse a todos, diciendo que él había estado en Oriente y también con los frailes (aunque en comparación con nosotros son riquísimos); pero todo fue inútil. Concluyeron que era una afrenta someter a un alto personaje a tanta miseria y a albergue tan vil como es el conjunto de nuestras casuchas, que a base de vallados fue convertido en un instituto lleno de caminejos y pasillos. Usted, querida Condesa, bien se puede figurar la pesadumbre que sentí al conducirlo a un hotel de los principales de Verona, en el que fue devorado por los mosquitos, pero donde no estuvo más que dos brevísimas noches; puede imaginarse lo que me disgustó aquello, después de las gentilezas que yo recibí en la casa Carpegna por parte de todos y del Conde Luis, que llevaré siempre grabadas en el corazón. Sin embargo, menos esas breves noches, y hora y media por la tarde, cuando yo iba a predicar, gocé continuamente de la compañía de su Guido, y le mostré cuanto de bueno hay en Verona, y todos mis Instos.


[740]
¡Oh mi buena Condesa! La marcha de Guido me ha dejado una verdadera herida en el corazón, casi igual a la que me produjo mi partida de Carpegna el año pasado, y que todavía me dura, cuando sufrí más que aquella vez que abandoné los sagrados lares patrios para ir al centro de Africa. Pero basta, porque temo que el pequeño ser que lleva usted dentro, se queje. Mientras, diga a mi querido y venerado conde Luis, que exulte y se enorgullezca de tener un hijo que es su honra y la gloria de su casa, y que también será la gloria de Roma y de Italia, si Dios, como espero, le concede salud. Dígale cien cosas de mi parte; que he entregado su carta, y que lamento inmensamente que esté indispuesto. Dale mis saludos más cordiales. Y aunque con ésta me dirijo también a él, dígale que le quiero como a mi padre, y que apenas tenga un poco de libertad deseo escribirle. ¡Oh, el Cielo los bendiga a los dos! Le ruego, señora condesa, que no me escriba más antes de dar a luz; pero después del parto, cuando esté restablecida y pueda hacerlo sin peligro, entonces sí, por favor. Entretanto, me daré por más que contento si logro obtener noticias suyas por otro lado. No pudiendo ayudarla ahora más que con la oración, tenga la seguridad de que, aunque gran pecador, rezaré y diré por Ud. un buen número de misas hasta que me llegue noticia del felicísimo parto.


[741]
Y ahora la dejo, quiero escribir al conde. Un saludo a Mazzoni y a Mannucci. Animo en la ausencia de Guido; el ángel tutelar lo acompaña amorosamente. Con la dicha de ponerme a sus pies y saludarla con todo el corazón, me declaro eternamente



Suyo afmo. Daniel



P.S Mi Superior le presenta sus distinguidos respetos, y también mis compañeros misioneros.






105
Presidente Soc. Colonia
0
Verona
4.10.1863

N. 105 - AL PRESIDENTE DE LA SOCIEDAD DE COLONIA

«Jahresbericht...» 11 (1863), pp. 59-76

Verona, 4 de octubre de 1863


 

[742]
En la esperanza de que haya recibido Ud. mi carta del 29 de septiembre, en la que prometía comunicarle los progresos de nuestros jóvenes negros y de nuestros esfuerzos en pro de su educación, me apresuro a expresar mis sentimientos de gratitud a los Socios de la Sociedad de ayuda a los pobres negros. En primer lugar le doy información sobre el Instituto de niños negros, y luego sobre el de niñas negras.


[743]
El Instituto para los niños negros tiene ahora acogidos 11 chicos:

1) Juan Faragiallah, de unos 13 años, nacido en Malamoh, entre las poblaciones Gallas.

2) Salvador Badassa, de 12 años, nacido en Oromoh, entre los Gallas.

3) Pedro Bulloh, de 12 años, nacido en Goragui, entre los Gallas.

4) Bautista Olmbar, de 13 años, nacido en Kafa (Galla).

5) Antonio Dobale, de 11 años, nacido en Marago (Galla).

6) Cayetano Baratola, de 13 años, nacido en Maggia (Galla).

7) Francisco Amano, de 12 años, nacido en Kafa (Galla).

8) José Ejamza, de 9 años, nacido en Maggia (Galla).

9) Miguel Ladoh, de 16 años, nacido en Gondokoro, entre los Bari (4° 40´ de latitud N.), junto al Nilo Blanco.

10) Fernando Said, de 17 años, nacido en Tegali (11° de lat. N.), junto al Nilo Blanco.

11) Francisco Schubbe, de 14 años, nacido en Gondokoro, entre los Bari.




[744]
Los ocho niños Gallas los traje yo a Verona desde las Indias (orientales) en 1861. Miguel Ladoh vino el año pasado con D. Juan Beltrame. Fernando Said vino en 1853 con el P. Jeremías de Livorno, misionero franciscano en Egipto. Francisco Schubbe llegó de Africa sólo el mes pasado con el Sr. Francisco Morlang, misionero apostólico. No puedo informarle todavía respecto a él, porque aún no hemos iniciado su educación. Concretamente, se encuentra todavía en Bressanone, con el Sr. Morlang, que lo traerá a Verona hacia finales de este mes.


[745]
En cuanto a Fernando Said, me limito a comunicarle que, después de haber sido convenientemente instruido en la religión, en la historia de la Iglesia, en la aritmética y en las lenguas italiana y árabe, ahora trabaja en las labores agrícolas y como zapatero, y con la próxima expedición saldrá para Africa. Desdichadamente, tampoco puedo decirle mucho sobre otro chico negro, Luis Maraghi, de 12 años, de Marago, hijo de uno de los más terribles jefes Gallas, que además de una inteligencia destacada y una extraordinaria pureza de corazón, tenía una maravillosa belleza y una abnegación heroica. Lo traje conmigo de Adén, donde estaba de esclavo con un hombre de negocios de Goa. En un año había aprendido bien el árabe y el hindí, y bastante bien también el italiano, y era el primero de la escuela; luego, el pasado julio, murió tras cuatro meses de enfermedad. Nunca he conocido un alma que desease tanto padecer y que aspirase tanto a sufrir los dolores de nuestro Salvador. Murió como un ángel, después de haber animado a sus hermanos, de manera conmovedora, a implorar de Dios la conversión de Africa.


[746]
El Fundador de nuestros Institutos, D. Nicolás Mazza, creó en Verona en 1837 una obra para niños, en la que acoge a esos niños pobres que por falta de medios no pueden recibir una educación completa. Estos deben ser absolutamente pobres, y tener una inteligencia excelente, criterio sólido, buen corazón y buenas costumbres. A tales niños les proporciona una instrucción completa según su vocación, que ellos deben elegir deliberadamente y por sí mismos, y los mantiene y educa hasta el momento en que se integran en la sociedad para trabajar como sacerdotes, o como médicos, abogados, ingenieros, pintores, escultores, etc. Ya hemos tenido así varios centenares de sacerdotes, profesores, juristas, ingenieros, etc., que trabajan para sí y para su familia, para el Estado y para la Iglesia. Incluso algunos, por su propio deseo, fueron enviados como misioneros a Africa Central.


[747]
Un poco más tarde tuvo lugar la fundación del Instituto para las chicas que son muy pobres y corren peligro de perder su inocencia. En él son formadas como hábiles amas de casa. A las que tienen aptitudes para ello se las adiestra además en trabajos manuales femeninos, como bordar y preparar artísticas flores, y se les enseña también pintura, matemáticas y lenguas extranjeras. Nuestros trabajos en seda y nuestros bordados, recibieron en 1855 la medalla de primera clase en la exposición de París. Los ornamentos de Misa que el Emperador y la Emperatriz de Austria regalaron el año pasado al Santo Padre fueron preparados por encargo de la Emperatriz en nuestro Instituto. Están adornados con 14 cuadros de Rafael y de otros maestros clásicos, y han sido compuestos de la manera más perfecta con seda Nadelin. «La Civiltà Cattolica» y «L'Armonia» valoran esos ornamentos en 36.000 táleros. También las niñas negras han mostrado en esta bella obra su habilidad artística.

En el Instituto masculino hay ahora 184 chicos y 32 clérigos, que son los que ya tienen una ordenación eclesiástica. El Instituto femenino cuenta con 412 chicas. Todos estos muchachos son mantenidos por la caridad de los fieles, que nuestro Fundador trata de ganarse día tras día. Por lo demás, no tenemos nada, ni en propiedades ni en capitales, para mantener con vida los Institutos.


[748]
Estos dos Institutos dieron luego origen al tercero: el orientado a la misión en Africa Central. D. Mazza había enviado a Africa Central muchos sacerdotes de su Instituto. Pero habiendo experimentado bien pronto que los misioneros, los cuales apenas podían soportar aquel clima, tenían que ser ayudados en sus trabajos por los indígenas, tomó la decisión de fundar en Europa dos Institutos orientados a este fin, uno para los niños negros y otro para las niñas negras. Puesto en marcha este plan, confió la dirección de los niños a la dirección al Instituto masculino, y las de las niñas a la del femenino.

Estos niños negros deben ser instruidos en la religión, en las artes, en la agricultura y, especialmente, en todo lo que es necesario para la vida. Cuando estos jóvenes han adquirido una perfecta formación son enviados a Africa Central, donde ayudarán a los misioneros en la propagación de la fe.


[749]
En cuanto a los negros que muestran vocación por el estado eclesiástico, se les instruye en todo lo que puede hacer de ellos unos buenos sacerdotes; pero la ordenación sacerdotal sólo la reciben después de haber pasado en Africa siete u ocho años.

Tras estas observaciones preliminares, paso ahora a mostrar los progresos de los niños negros.


[750]
Los ocho niños Gallas, que sabían su lengua y la abisinia, y que durante su estancia en la India y en Adén habían aprendido también el hindí, tenían que aprender, además, otra lengua que se conociese en nuestro Instituto. Por eso, apenas llegaron conmigo a Verona, tuve que tratar de enseñarles el árabe. Así, dedicamos el año pasado a la enseñanza de la religión cristiana, que impartíamos en lengua galla y en abisinio o en hindí, según los niños pudieran entendernos o nosotros hacernos entender por ellos; y a la vez en la enseñanza de la escritura árabe y de la lengua árabe vulgar, como se habla en las regiones del Nilo, y de los principios fundamentales del árabe escrito. Tenían cada día cinco horas de escuela y otras cinco de estudio privado; pero esta dedicación de diez horas era sólo por cinco días a la semana. Los jueves tenían sólo el estudio privado, y también los domingos durante tres horas


[751]
En este curso se ha podido impartir la enseñanza regularmente. Las materias han sido las siguientes:

Religión: Se ha explicado a fondo la doctrina cristiana del Card. Bellarmino (impresa en árabe por Propaganda en Roma). Se han explicado en árabe los principales misterios, el signo de la Cruz y el Credo.

Lengua árabe: Escritura, ejercicios de lectura, las reglas gramaticales en la formación de los verbos regulares de tres letras, tablas sobre seis clases de verbos regulares trilíteros.

Lengua italiana: Escritura, la gramatiquita de Soave, ejercicios progresivos de análisis, composición de fábulas y pequeños relatos.

Aritmética: Principales ejercicios con todos los números, pero en mayor escala con los ordinales y fraccionarios.

Historia del Antiguo Testamento: Desde la Creación hasta la cautividad en Babilonia.

Todas estas cosas fueron enseñadas a los chicos negros en árabe. En las horas de asueto y en las vacaciones de otoño se hacen prácticas de agricultura.


[752]
A Miguel Ladoh, que llegó el año pasado de los Bari (negros), y que había aprendido el árabe de los Dongoleses, mercaderes del Nilo Blanco, durante cuatro meses se le enseñó aparte y luego se le integró en el mismo nivel que los Gallas. En 1862-1863 se han distinguido sobre todo:

Juan Faragiallah, que consiguió el primer premio;

Miguel Ladoh, que obtuvo el segundo, y

Salvador Badassa, que ganó el tercero.


[753]
Los primeros cinco chicos, incluido Miguel Ladoh, tienen un talento por encima de lo común y muy especial aptitud para la pintura y para las ciencias especulativas. Nosotros esperamos mucho de ellos. Todos poseen una extraordinaria abnegación, y son muy dóciles y obedientes. Los dos prefectos que fueron destinados a su vigilancia, y que habían sido prefectos de los jóvenes italianos de mi Instituto, me aseguraron que preferían hacerse cargo de cien negros que de diez italianos. Por eso espero que también se convertirán en instrumentos dóciles para ayudar a la infeliz Misión de Africa Central, cuyo clima nos arrebata casi todos los misioneros, y cuya única esperanza está depositada en los negros que reciben educación en Europa.


[754]
Nuestro Instituto para niñas negras consta de las siguientes 13 muchachas:

1) Rosa Fedelkarim, de 15 años, nacida en la tribu de los Humus, a oriente del Nilo Blanco.

2) Anita Scibacca, de 16 años, nacida en Tegali, al oeste de la tribu de los Schilluk, a 11° de lat. N.

3) Domitila Bakhita, de 15 años, nacida en Mady entre los Denka, o bien en Ahien, al este del Nilo Blanco, entre 10° y 11° de lat. N.

4) Fortunata Quascè, de 18 años, nacida en Tongojo, en Gebel Nuba, por debajo de los 10 ° de lat. N.

5) Isabel Haua, de 19 años, nacida en la tribu de los Fertiti, al este del Nilo Blanco.

6) Justina Bahar-el-Nil, de 13 años, nacida en Libi, en Gebel Nuba.

7) Luisa Mitherah, de 14 años, nacida en la parte occidental del reino de Darfur.

8) Isabel Kalthumach, de 16 años, nacida en Darfur.

9) María Zareah, de 16 años, nacida en Tekem, al oeste del Nilo Blanco.

10) Regina Zarifa, de 15 años, nacida entre los Yangseh, a 9° de lat. N., al oeste del Nilo Blanco, donde éste recibe el Ghazal.

11) Francisca Bakhita, de 12 años, nacida en Colongo, en Gebel Nuba.

12) Catalina Zenab, de 12 años, nacida en Ajel, en la tribu de los Hogh, al oeste del Nilo Blanco, a 7° de lat. N.

13) Magdalena Zenab, de 16 años, nacida en Bellagross, en la tribu de los Barta, a 10° de lat. N., al este del Nilo Blanco.




[755]
Las primeras once, como la última, fueron traídas a Verona en 1853 por el P. Jeremías de Livorno, que las compró en El Cairo. Catalina Zenab, a la que yo conocí aún muy pequeña en la tribu de los Kich, a 7° de lat. N., después de mi regreso a Europa fue llevada a El Cairo por mis hermanos, y yo la traje a Verona cuando a mi regreso de la India me detuve en El Cairo. Posee mucho talento, sabe muy bien el árabe y el denka, y en el Nilo Blanco los ayudó mucho en la preparación de un vocabulario, una gramática y un catecismo en lengua denka, que es la que más se habla en la parte este de Africa Central.

En el Instituto femenino, a las negras también se les imparte la enseñanza en árabe, que dieciocho italianas de mi Instituto conocen bastante. Esa enseñanza abarca estudio y trabajos manuales femeninos. En primer lugar, este año hemos divido a las chicas en tres clases, que corresponden a las clases elementales de Europa. En la primera está Magdalena Zenab; en la segunda, Catalina Zenab, que ha obtenido el primer premio, más Francisca Bakhita y Regina Zarifa.


[756]
A la tercera pertenecen todas las demás, y entre ellas han obtenido premio: Rosa Fedelkarim, el primero; Anita Scibacca, el segundo, y Domitila Bakhita, el tercero. La primera clase se ocupa de las siguientes materias: rudimentos del catecismo de Bellarmino, lectura y escritura en árabe y en italiano, y ejercicios de cálculo en las cuatro operaciones.

Las materias de la segunda son:


[757]
Lectura y escritura en italiano y en árabe. Pequeña gramática de estas dos lenguas. Matemáticas: las cuatro operaciones de una manera más bien amplia. Pequeños relatos y fábulas en las dos lenguas. Historia del Antiguo y Nuevo Testamentos.

La tercera clase se ocupa de los principios fundamentales de la literatura árabe, de la historia del Nuevo Testamento, y de la historia de la Iglesia, especialmente de la de Africa.

Geografía: Ideas generales, geografía concretada en Africa.

Aritmética: Regla de tres, números positivos y negativos, simples y compuestos, ordinales y cardinales.

Religión: El Credo, la oración en general, el Padrenuestro y el Avemaría, en árabe, explicados según Bellarmino.

Ideas generales de farmacia y de medicina.


[758]
Las labores femeninas se dividen en cuatro clases. La primera abarca la preparación de medias, vestidos, camisas, remiendos y labores corrientes; la segunda, bordados en blanco; la tercera, bordados a varios colores, y la cuarta, bordados en seda y oro. A la primera clase pertenece sólo por el momento Magdalena Zenab; a la segunda, Catalina Zenab, Regina Zarifa y Justina Bahar-el-Nil; a la tercera, Francisca Bakhita, Isabel Kalthuma y María Zareah; a la cuarta, todas las demás. Rosa Fedelkarin, además, sabe bordar incluso figuras, hasta el punto de saber hacer con ellas retratos. Este año han recibido premios: en la primera clase, Magdalena Zenab; en la segunda, Cat. Zenab; en la tercera, Isa. Kalthuma; en la cuarta, Rosa Fedelkarim, Anita Scibacca y Domitila Bakhita.

Las primeras seis han alcanzado tal destreza que cada una puede dirigir sola una escuela en Africa Central. Están totalmente imbuidas de la religión y desean con todo ardor volver a Africa para convertir a su gente a la fe católica. Con las que exteriorizan el deseo de hacerse monjas se necesita mayor prudencia y un largo período de prueba; deben hacer un noviciado de al menos diez años.


[759]
Nuestras negras adultas, aunque son muy buenas y devotas, no tienen ya aquella docilidad que mostraban de niñas: hay que dirigirlas con mayor perspicacia y dejarles pasar alguna falta. Pero por ahora estamos contentos de sus progresos. Es todo lo que de momento le puedo decir de mis negros y negras. Le quiero contar, además, algo de la conversión de una negra musulmana, a la que yo instruí en Verona, y que fue bautizada hace un año; como también del bautismo de Miguel Ladoh, que le fue conferido por el Obispo de Verona, y de la fiesta en que nuestros negros recibieron la S. Confirmación.

La negra de que le hablo, a la que impusimos el nombre de María, es originaria, a mi modo de ver (ella misma no tiene idea al respecto), del país situado entre el reino de los Darfur y el Kordofán, donde pertenecía a un tratante de esclavos que la trajo aún muy chiquita a Alejandría. En esta ciudad vivió siete años esclava de un musulmán, a consecuencia de lo cual abrazó la religión islámica. Luego cambió bastantes veces de amos, hasta que llegó a Constantinopla, y luego a Salónica, donde entró a servir en casa del Cónsul español. Este la cedió a su hija, que estaba casada con el noble conde Conti, dedicado a los negocios en Salónica. La devota señora, que deseaba proporcionar a la pobre negra, ya de veintiocho años, el mayor de los dones, la confió con este fin en Salónica a las Hermanas de la Caridad para la instrucción religiosa; pero, con gran dolor por su parte, la encontró completamente reacia a hacerse cristiana y resuelta a seguir fiel a la falsa religión.


[760]
Trataron a María con toda dulzura, y ella correspondía a las atenciones de su joven ama. Habiendo llamado la Providencia a Italia, por asuntos de negocios, al conde con su esposa, la negra llegó en compañía de ellos a Venecia. Allí la condesa oyó que en Verona había un Instituto africano y Misioneros que sabían las lenguas orientales, por lo que vino a Verona y me rogó que admitiese a la pobre negra. María visitó a las negras del Instituto, habló con ellas, vio los bordados y sus progresos en las enseñanzas recibidas, y mostró deseo de aprender todo eso.

Pero ¿cómo conseguirlo, cuando faltan el talento y la aptitud natural? En resumen, el conde deseaba que yo la instruyese, y empleé dos meses y medio en instruirla en los misterios de la fe. Luego, ella misma pidió el bautismo. Pero yo la probé por otros dos meses, y sólo entonces dispuse que se le administrase el sagrado Bautismo. Así, en agosto del pasado año, el párroco de Sta. Eufemia, D. Ferrari, la bautizó en nuestra iglesia de S. Salvador, y posteriormente el reverendísimo Obispo le dio la confirmación. Ahora está contentísima y tranquila, y siempre recibo buenas noticias respecto a ella de Salónica, donde vive nuevamente en casa del Cónsul español.


[761]
Digna de nota es la conversión de Miguel Ladoh, que le voy a narrar ahora. En él, la gracia de Cristo ha hecho prodigios. A los diez años, Ladoh, que tiene todavía un hermano y dos hermanas, perdió a sus padres. Posee un temperamento dulcísimo y no hay forma de provocar su ira. Ahora es ya seis dedos más alto que un hombre normal. Es negro como el carbón, proporcionado en su buena estatura, fuerte e imponente. Estando aún entre los negros Bari, había conocido al P. Angel Vinco, de mi Instituto, y oído la predicación del Evangelio de boca de los misioneros a la vez que las enseñanzas de los mercaderes musulmanes nubios, que recorrían el Nilo Blanco haciendo trueques para conseguir marfil y similares. «Y ¿por qué no te hiciste musulmán?», le pregunté yo un día. «Porque –contestó– en cuanto entró en mis oídos y en mi corazón la palabra de un misionero católico, me fue imposible acoger otras palabras. La predicación del Catolicismo es más fuerte y más poderosa que todas las lenguas de los mortales, y con la predicación de un sacerdote católico no puede uno menos que persuadirse de la verdad de la fe en Jesucristo».


[762]
Usted recordará que el año pasado fue abandonada provisionalmente la misión entre las tribus Bari, en parte por la imposibilidad de extender allí la religión, y en parte por falta de misioneros. Pero, dado que para evitar muchos problemas, que eran de preverse, D. Beltrame y D. Morlang abandonaron la estación sin que lo supieran los negros, sólo un mes después Ladoh se dio cuenta de que los misioneros no volverían más a su tierra. Entonces pensó seguir sus pasos y reunirse con ellos. Por eso, en cuanto se enteró de que Soleimán, un nativo de Berber agente del Sr. Lafarque en el Nilo Blanco, se disponía a partir para Jartum con sus embarcaciones cargadas de colmillos de elefante, pidió viajar con él como grumete.

Soleimán no tuvo ningún inconveniente en admitirlo, porque le pareció un marinero fuerte y hábil. Después de dos meses de viaje por el Nilo Blanco llegó a Jartum, donde nosotros teníamos la estación central para Africa. No encontrando allí en ningún lugar a los misioneros que había conocido en su tierra, fue a Berber, donde rogó al Sr. Lafarque que le permitiese marchar a El Cairo con sus hombres. Lafarque le dijo que no. Entonces él se fue solo de Berber a Abu-Hammed, donde pidió al agente de Lafarque que le admitiese entre su tripulación. El agente, que había perdido uno de sus cocineros, lo admitió como ayudante de cocina. De esta manera llegó a El Cairo, donde, sin haber pedido ninguna recompensa, se fue derecho a la iglesia católica. Allí encontró a D. Beltrame y a D. Dalbosco, y pidió ser admitido en la Iglesia. Don Beltrame pensó que no podía acceder a su deseo, porque estaba a punto de regresar a Europa; pero luego no pudo resistir las súplicas del negro y lo llevó consigo. Así Ladoh, después de pasar por Jerusalén y Constantinopla, llegó a Verona el 8 de mayo, festividad de la aparición de S. Miguel, cuyo nombre tomó al ser bautizado.


[763]
Los misioneros Beltrame y Dalbosco le habían instruido ya en el viaje. Pero, aunque lo encontré perfectamente preparado, todavía quise instruirle a mi vez por ver si permanecía constante en sus sentimientos; de modo que el 27 de junio, festividad del Sdo. Corazón de Jesús, estaba preparadísimo para recibir los santos sacramentos del Bautismo y la Confirmación, y esta última iba a ser administrada además a los ocho chicos Gallas y a Catalina Zenab. No puedo describirle la dicha que nos proporcionó esa fiesta. Como padrinos de los negros figuraron los personajes más importantes de la ciudad. El conde Antonio Pompei era el padrino de Ladoh, y la condesa Adelaida, su consorte, la madrina de Catalina Zenab. Multitud de gente se agolpaba en la iglesia de Santa Eufemia, y el Obispo de Verona, el marqués Luis de Canossa, administró el Bautismo. La iglesia estaba engalanada con las más bellas colgaduras en seda y oro, y las suaves melodías de una numerosa orquesta acompañaban las santas y significativas ceremonias del Bautismo de adultos. Ladoh, vestido primero de negro y luego de blanco, con su porte fascinante y con su rostro del color del carbón, era objeto de la admiración general.


[764]
El Obispo, el pueblo, y sobre todo el pío y religioso conde, lloraban al ver la devoción, la modestia y el recogimiento del negro. Terminadas las ceremonias del Bautismo y de la Confirmación, y recibida por los diez la sagrada Comunión, el Obispo pronunció un emotivo discurso sobre la llamada a la fe católica y coronó la fiesta impartiendo la bendición apostólica. Miguel Ladoh se muestra todavía igual que en el momento del Bautismo. Dotado de una singularísima inclinación a la virtud con su temperamento apacible y su extraordinaria abnegación, es motivo de admiración para todos los que lo conocen, y modelo para nuestros jóvenes. El ya no tiene voluntad propia y está preparado para lo que sea. A mí me dice siempre que después de haber recibido la gracia del Bautismo, ya no tiene ningún deseo sobre la tierra; y en cualquier momento dispuesto a morir para poderse unir a su Salvador.


[765]
Todo esto en cuanto a nuestro Instituto de Verona. Por lo que respecta al P. Ludovico de Casoria, de Nápoles, él mismo es un milagro de caridad. Yo he visto bastantes veces sus Institutos africanos, y creo poderle asegurar que no pueden estar mejor dirigidos. Vio la necesidad de fundar este Instituto en Europa, y lo fundó; lo ha provisto de buenos maestros y maestras, y ha realizado admirablemente sus objetivos y planes.


[766]
La Obra del P. Olivieri ha sido de gran utilidad para la religión y lo seguirá siendo todavía. No puede haber católico que le niegue su admiración, si se considera el gran número de almas que ha salvado ya este hombre santo. Su Obra se ha visto muy perjudicada por el Tratado de París, mediante el cual, con ocasión de la guerra de Oriente, fue prohibido el tráfico de negros. A causa de esta ley el gobierno egipcio ya no permite el transporte de negros de Alejandría a Europa. Todavía en 1859, durante mi estancia en El Cairo, aún trasladó bastantes niños. Este año el P. Olivieri, por medio de D. Blas Verri, digno heredero de su espíritu, y con ayuda de las Hermanas de S. José de la Aparición, ha podido traer a Europa algunas negritas. Y continuará salvando almas y ayudando poderosamente a la Obra del P. Ludovico, porque él provee de alumnos a su Instituto de Nápoles.



(Daniel Comboni)



Original alemán.

Traducción del italiano




106
Card. Alejandro Barnabò
0
Verona
2. 2.1864

N. 106 (102) - AL CARD. ALEJANDRO BARNABO

AP SC Afr. C., v. 7, ff. 454-455v

Verona, 2 de febrero de 1864

Eminentísimo Príncipe:


 

[767]
Recurro lleno de confianza al verdadero Padre de los Misioneros para ser ayudado en la pequeña pero ardua Misión, que he emprendido ahora, de salvar un alma de entre las manos de los Protestantes de Sajonia, siguiendo el consejo y la orden de S. Em.a el Card. de Reisach, D. Mazza y el Obispo de Verona.


[768]
El año pasado Emilie Julien, General de S. José, me enviaba a Verona a María Kessler, convertida hacía tres años en Albano de la Confesión Augustana a nuestra santa Fe, para que yo la colocase. Conseguí su admisión en mi Insto. femenino, donde, aunque contentísima de la Institución, estaba muy triste porque no tenía medios de ir a Sajonia a arrancar de manos de los protestantes, como le había mandado S. Em.a, un hijo que ella había tenido diez años atrás cuando aún pertenecía a la falsa religión de Lutero. Y como muchas veces en presencia de la General Emilie Julien el Card. Reisach le había prometido ayudarla y costearlo todo, M. Kessler envió tres cartas al mismo implorando apoyo, aparte de otras tantas escritas al Barón Carbonelli, Ministro del Rey de Nápoles, que a veces la había favorecido. Pero ni el Cardenal ni el Ministro contestaron nunca, aunque yo estoy seguro de que ambos recibieron y leyeron las cartas.


[769]
Dado que también el Cardenal Reisach, estando yo en Trento, me había apremiado y urgido para que enviase enseguida a Sajonia a la recién conversa en busca del niño, porque una vez superados los diez años de edad hubiera sido imposible salvarlo, así, siguiendo el consejo de mi Superior D. Nicolás Mazza, marché el pasado octubre a Dresde. Allí, con gran sorpresa mía, me enteré de que el Obispo Vicario Apostólico, a instancias del Cardenal, hacía seis meses que intentaba con grandes esfuerzos liberar al niño, pero sin obtener resultado. Y la razón de esto era que un tal Will, a quien el Obispo había encargado reclamar el niño en Meissen a la familia con la que vivía, para inducirla a cederlo sin pagar la manutención, dijo que imperiosamente el Papa y Roma querían el chico, como me aseguró la persona que lo tenía. Esta fue la causa de toda la hostilidad que encontré.


[770]
Siendo esta obra interés también de las Misiones, suplico a V. Em.a que lea la adjunta carta dirigida al Card. Reisach, donde Ud. verá las graves dificultades que encontré para salvar al niño, que por tres veces me fue robado por los ministros del Protestantismo., quienes naturalmente sospechaban que yo había ido a Sajonia para hacer prosélitos, y sabrá que por la gracia de Dios y de María Virgen conseguí salvarlo, y ahora lo tengo conmigo en Verona. Después de leída la carta adjunta, suplico a V. Em.a Rma. que la selle y, cuando sea de su comodidad, la entregue en manos de Su Eminencia.


[771]
Todo este gasto lo sufragué yo mismo tomando prestado el dinero, siempre en la esperanza de que el Cardenal querría ayudarme, juntamente con otros bienhechores míos. Pero a mi regreso a Verona el 25 del pdo. enero, encuentro una carta de Mère Emilie, que se expresa así: «He entregado las cartas de la Kessler a S. Em.a el Card. de Reisach; pero creo que no hará nada, porque a mí me prometió muchas veces pagar por ella dote, ajuar y pensión, y en realidad nunca ha cumplido su promesa». Esto me decía también la Kessler, sin que yo lo creyera. Ahora empiezo a dudar. Sin embargo, como nunca hay que dejar confiar en el bien, pedí a la Kessler que escribiese una humilde carta al Cardenal en alemán, y yo por mi parte le escribo otra, en las que suplicamos de su buen corazón nos preste ayuda. Yo, naturalmente, nada puedo exigir al Cardenal; pero cuando Mère Emilie en nombre de él me recomendó a la Kessler, yo me encontré en la encrucijada de, o bien desembarazarme de la Kessler dirigiéndola a Roma, o bien asumir la responsabilidad de ayudarla. Por el deseo de salvar un alma, y confortado por el Obispo de Verona y por D. Mazza, opté por la segunda alternativa, y fui a Sajonia; pero siempre tuve la esperanza de que el Cardenal nos ayudase en la empresa. Todo este asunto ha sido con el conocimiento del Card. Reisach. y de la Madre Emilie.


[772]
Mas perdone ahora V. Em.a si me he tomado la filial confianza de dirigirme a Ud. rogándole que lea la carta adjunta y luego, a su comodidad, entregarla en mano al Card. Reisach; y que si le viene a Ud. bien y lo encuentra oportuno, escriba unas palabras a mi favor, a fin de que de los 500 táleros que se gastaron, él aporte una buena parte. Espero que el corazón verdaderamente santo y caritativo de ese Em.o Purpurado acudirá en socorro de un pobre sacerdote, que, aunque indignamente, en este viaje ejerció su ministerio. Ciertamente, en medio de tantos obstáculos de los astutísimos protestantes, Dios bendijo mi obra, porque además de salvar esa alma, espero haber atrapado en los lazos de Cristo otras cinco: dos que espero en Verona, y tres que encomendaré al celo de Mons. el Vicario Aplico. de Sajonia.

Por ahora no hablo de lo que se está preparando para Africa, y que someteremos a V. Em.a; sino que me limito a presentarle los respetos de D. Mazza, los de Kirchner, a quien vi en Bamberg, y los profundísimos del que es de V. Em.a



Hum., dev. y agrad. hijo

Daniel Comboni

ex Misro. Ap. de Africa C.






107
Don Nicolás Olivieri
0
Verona
20. 5.1864

N. 107 (103) - A DON NICOLAS OLIVIERI

AISM, Savona

Insto. Mazza, Verona, 20 de mayo de 1864

Reverendísimo Padre:


 

[773]
Mons. Ortalda, Canónigo de la Catedral de Turín, me manda comunicarle a Ud., queridísimo Padre, que Mons. Massaia, Obispo de los Gallas, desearía enormemente entrevistarse con Ud. para tratar de cosas que conciernen a su Misión. El Obispo está actualmente en Roma, pero se trasladará dentro de poco a Turín; igual deseo abriga el gran promotor y patrocinador de las Misiones, Mons. Ortalda. Por eso le ruego que me haga saber a mí, o al mismo Ortalda, cuándo tendría Ud. ocasión de pasar por Turín. Si desea entrar en comunicación con el Can. Mons. José Ortalda, basta con que envíe la carta a Turín, Via Seminario. Si ahora, en cambio, se encuentra en Roma, tenga la bondad de dirigirse a la Concepción, a la residencia de Mons. Massaia.


[774]
Cuando fui enviado a Alemania para arrancar de las manos de los Protestantes a un niño y dos jovencitas, estuve en Colonia visitando a nuestro amigo el Dr. Sticker II y a los miembros de la Sociedad, y me quedé sorprendido de que V. P. Rma. nunca haya visitado esa Sociedad. Estoy seguro de que aumentaría todavía más el ferviente celo de sus miembros en promover el bien de Africa; y sería acogido con sumo respeto y veneración. También el P. Ludovico estuvo en Colonia.


[775]
Sé que V. P. pasó por Verona con mi querido D. Blas, y que estuvieron en bastantes casas, sin venir a la nuestra. ¿Por qué, no se acuerda de los pobres Misioneros de Africa Central? Todos nosotros trabajamos con un mismo fin, la salvación de los negros: ¿por qué, entonces, no ha de haber entre nosotros una feliz comunicación? Verdaderamente he soportado con poca resignación que usted y D. Blas no hayan venido a verme, o que al menos no me hayan hecho saber dónde se encontraban. ¿Acaso le parece difícil que la obra de las Misiones de Africa que nosotros emprenderemos pueda coadunarse íntimamente con la suya? No importa si en el pasado las ideas de mi P. D. Mazza no concordaron, en lo accesorio, con las suyas: creo que la obra de Dios nos acercará. Pero dejemos esto. Espero que en otra ocasión venga a verme, porque yo también deseo hablar y aconsejarme con Ud. sobre muchos asuntos. Mientras, hago votos al Dios de los Ejércitos y a la Reina de la Nigricia porque pueda Ud. salvar muchas almas, y porque sea conservada por largos años su preciosa vida y la de D. Blas Verri, a quien mando muchos saludos y el deseo de que salve muchas almas. Reciba los saludos de mi Superior.


[776]
En la esperanza de tener pronto noticias de su vasta empresa, me encomiendo a sus fervorosas oraciones y a las de D. Blas, verdadero heredero de su espíritu. Mientras, en los Sdos. Corazones de Jesús y de María, le beso respetuosamente las manos y le pido su bendición.



De V. P. humilmo. s.

Daniel Comboni

Misionero. Aplico.






108
Don Félix Perlato
1
Montebello
4. 7.1864

N. 108 (104) - A DON FELIX PERLATO

BCV, sez. Carteggi, b. 131 (Netti-Perlato)

Montebello, 4 de julio de 1864

Breve nota.




 

109
Cdsa. Ludmila de Carpegna
0
Turín
25. 7.1864

N. 109 (105) - A LA CONDESA LUDMILA DE CARPEGNA

AFC, Pesaro

Turín, 25 de julio de 1864

Mi buena y venerada Condesa:


 

[777]
Habría querido escribirle anoche a las once, en cuanto llegué de Pinerolo; pero estaba demasiado excitado y embriagado del placer de haber pasado un felicísimo día con nuestro querido y amabilísimo Pippo. Hoy, pues, me pongo a la mesa para escribir unas líneas a mi venerada Lulú y hablarle de nuestro Pippo. Desde Venecia recibí una carta de Turín, de un amigo mío, en la que me decía que Pippo había estado un poco indispuesto. Despachando yo mis asuntos al volver de Viena, apresuré mi viaje a Turín, y ayer me acerqué a Pinerolo. ¿Y qué pasó? Pues que me quedé maravillado de la robustez del muchacho.


[778]
Había estado unos días en la enfermería, y por tanto obligado a no salir, pero yo lo encontré tan ágil, robusto, fuerte, alegre y contento que me tranquilicé por completo. Con decirle a Ud. que desde la mañana hasta la noche, bajo el sol, menos un cuarto de hora en el café y el par de horas de la comida, hemos estado por los campos de Pinerolo, subiendo colinas, bajando valles, en el picadero, en la plaza de armas; y así, juntos, hasta las nueve. Yo ya desmadejado, sin fuerzas, y el incansable Pippo, como si tal cosa. La indisposición debió ser de risa. Además, el capitán Sapelli, el teniente De Carlini, y el Coronel me han dado los mejores informes sobre su docilidad, bondad y obediencia, y regular disciplina.

Puede imaginarse con cuánto afecto he puesto todo interés en encomendarlo a sus cuidados y hacer que tengan miramientos con él, sobre todo pensando que, aunque estaba acostumbrado a las comodidades en una familia distinguida, ha sabido someterse a la normal disciplina militar. Me di cuenta de que lo quieren mucho, que tienen con él especiales consideraciones, y que cierran los ojos cuando alguna vez le cuesta estudiar. Hasta el capitán, que tiene sobre Pippo inmediata jurisdicción, me aseguró y prometió que tendrá todos los miramientos y que lo tratará como a un hijo. Pippo está contento y alegre, y el pensar que a partir de mediados de septiembre terminará todos los estudios del año y verá en los confines Romanos a su María, a mamá, a papá??, y a Guido, lo tiene sobremanera entusiasmado.¡Sí, Condesa, he pasado un día en el Paraíso! Y como voy a estar aquí toda la semana, iré de nuevo a verle. Además, en la debida manera, lo he interrogado, examinado, y se puede decir que me ha hecho una confesión general: le disgusta que su padre esté enfadado con él.


[779]
Yo le di toda clase de consejos como verdadero padre, hermano y amigo, y lo encontré de lo más dócil. Sin discutir la oportunidad o inoportunidad del paso que ha dado, dejando Bélgica por Pinerolo, lo cierto es que Pippo está contento y alegre. Pero le ruego a Ud. que no deje nunca de escribirle cartas de verdadera madre, sin cansarse jamás, porque eso le hará mucho bien. Pippo es demasiado vago en cuanto a escribir, pero quiere y venera a su madre. Lo mismo le diría yo a Guido; o sea, quisiera que escribiese a Pippo a menudo y le hiciese continuas recomendaciones, porque Pippo tiene en mucha estima a su hermano, al que quiere y respeta. Esto se impone, porque por dócil que sea el temperamento de Pippo, lo cierto es que la milicia y la escuela militar, a pesar de sus reglamentos, no es siempre escuela de moral y religión, y lo que no ha hecho, podría hacerlo.

Quedé satisfecho al ver que sus Superiores lo quieren mucho. Uno de ellos me dijo que es demasiado escasa la asignación que recibe de la familia. Pippo no se queja, pero piensa lo mismo. Yo quisiera tener millones para dárselos a mi Pippo; pero conociendo la asignación de su padre y los considerables sacrificios que Ud. hace, con la ayuda de la Condesa Baldini (verdadera segunda madre para él) digo que es bastante para que pueda pasarlo discretamente y no coger vicios. Ya sabe cómo es Pippo: hay que tenerlo siempre embridado, porque de lo contrario haría como muchos; porque es de esos que si les mandan veinte mil francos al año, se los pulen todos.


[780]
Quede esto únicamente entre nosotros dos, Lulú: hablo con el corazón, pero también con la cabeza. Además, yo tengo un conducto bastante bueno para conocer los pequeños instantes de respiro de mi Pippo. Por tanto, aunque ahora se porta bien, y se gana verdaderamente el cariño de sus superiores por su bondad y docilidad, debemos estar siempre encima de él, porque lo cierto es que ahora anda más suelto que cuando estaba en Roma.

Por eso usted, Guido, yo, así como D. Luis, a quien Pippo está agradecido, y la Condesa Adelaida Baldini, debemos siempre, en la debida manera, cada uno según su posición y la relación que tiene con él, debemos siempre, digo, estar encima de él, no perderlo nunca de vista, y ayudarle. Le diré que lo he encontrado gordo, con buen color, sincero, abierto con quien sabe tratarle, robusto, ágil y contento. Seguramente nunca será un buen jinete, pero aprende cuanto le es necesario para su futura carrera. El capitán me aseguró que saldrá bien de los exámenes, aunque yo, conocedor de Pippo, y de la multiplicidad de las materias, y de la pérdida de cuatro meses de estudio porque vino con el curso ya empezado y estuvo un poco indispuesto, abrigo alguna duda. Pero tengamos esperanza, y roguemos siempre por él, y confiemos en Dios, que sabrá escuchar siempre nuestras súplicas. Además tengo en Pinerolo un excelente amigo en la persona del Sr. Da Vico, comandante de la Guardia Nacional, hombre excelente, honrado y buenísimo, el cual tiene muchas atenciones con Pippo.


[781]
Lo curioso es que prometí a Pippo escribir sobre el aumento de la asignación. Pero después de pensarlo bien, creo que no es bueno, por lo que le dije antes. En fin, estoy como si me hubiese tocado la lotería; incluso más que si me hubiese tocado la lotería estoy contento de haber visto y abrazado a Pippo; y el jueves haré otro tanto. Luego, el domingo, volveré a Verona y trabajaré para su polaco. Por lo demás, no pasa un instante en el que yo no tenga en el corazón a mi querida familia Carpegna. Quiero conocer a esa señora Condesa Baldini, y mañana iré a verla. Me va a parecer estar en Roma, por lo que me imagino, hablando con la Cdsa. Bald. A veces me viene a la mente la idea de escribir al Conde; pero no creo oportuno hablarle de Pippo. De todas modos, Ud. aconséjeme. Veo que sería peor; pero expóngame su opinión.

Pippo me aseguró, además, que escribió al Conde por el día de su santo. Aunque tengo mis buenas dudas, no deja de ser fácil que la carta se haya extraviado. Si, por ejemplo, la persona que fue a echarla se quedó con el dinero del franqueo (cosa fácil), desde luego la carta no llegó a su destino, porque las dirigidas a Roma tienen que ir franqueadas hasta la frontera, o de lo contrario no se despachan, según ley reciente. Así que también en esto he hecho una recomendación a Pippo.


[782]
En fin, haga llegar al Conde mi saludo más cordial, escríbame ampliamente a Verona, dé cien besos por mí a Guido y a la pequeña María, a la que quiero con todo el corazón, y hábleme de Anita, que quizá está en Roma. Mañana –me parece verla– pasará un día como de Paraíso, al ser la fiesta de la Santa Madre de María. Ruegue por mí, que yo siempre hago y haré otro tanto por Ud., mi querida Cdsa. Ludmila, y en los Sdos Corazones de J. y de M. téngame por su



Fidelmo. y afmo am.

Daniel






110
Cdsa. Ludmila de Carpegna
0
Génova
9.8.1864

N. 110 (106) - A LA CONDESA LUDMILA DE CARPENA

AFC, Pesaro

Génova, 9 de agosto de 1864

Nobilísima Condesa:


 

[783]
Si le tuviese menos afecto a Ud. y a la familia Carpegna, me mantendría callado y no entraría en el santuario de las cosas más delicadas, causando quizá mayor dolor después por no remediar a tiempo los males que se pueden producir. Si bien se piensa, mi venerable Ludmila, ciertas cosas que en un primer momento se nos presentan como relevantes, en la gran escena del mundo son cosas pequeñas, puntos matemáticos. La juventud está sometida a ciertas crisis inevitables, no es para asombrarse; venido el tiempo de la madurez, las cosas se calman. Quizá no sea éste un lenguaje digno de un ministro de la Iglesia; pero sin duda es de alguien que conoce lo que pasa en el mundo. Por otra parte, guardar silencio podría ocasionar mayor perjuicio, e impediría prevenir los daños, pudiéndolo. Mi querida Ludmila, Dios sabe con qué trabajo y después de qué conflictos internos me pongo a escribirle; pero temería no ser verdadero y leal amigo si tuviese un secreto para Ludmila. Por este preámbulo, Ud. pensará que tengo algo muy importante que revelarle. En cambio, bien pensado, se trata de una verdadera minucia, considerando los tiempos que vivimos y la naturaleza del hombre. Ahora bien, por cariño y por deber, nosotros tenemos que evitar también las cosas pequeñas. Si en lo que le voy a decir falto a los debidos modales, o si hago mal en decirlo, le ruego que me eche un rapapolvos, que lo aceptaré gustoso, viniendo de Ud.


[784]
Cuando volví de Pinerolo yo le describí la parte física de nuestro querido Pippo; es decir, su perfecta salud, y el afecto que le tienen sus Superiores. Yo dije la verdad, y la cosa es verdaderamente así. En esa carta le prometía escribirle desde Verona. Pero los asuntos, la ida, la vuelta, y esa natural renuencia que afecta a quien no es dado a decir cosas poco agradables, me han obligado a suspender hasta hoy mi correspondencia con Ud. Desde Verona intentaba describirle la parte moral de Pippo, la cual no era demasiado satisfactoria para nuestra delicadeza. Ciertamente, desde que estuvo algún tiempo en Génova con el hijo del Marqués... Prefecto... Pippo anda un poco desenfrenado y deja algo que desear en las cosas religiosas. No me quedé demasiado satisfecho de sus sentimientos en este aspecto, aunque son indelebles, y así los conserva, los principios religiosos fundamentales. También la moralidad iba un poco sin riendas.

Usted es demasiado perspicaz y tiene demasiado talento y agudeza para no haberse dado cuenta de que la indisposición física de Pippo no fue el efecto de alguna escapadita. Yo, que lo examiné a fondo, tuve el consuelo de encontrarlo sincero, pues me confesó vida y milagros. Está arrepentido de los tres o cuatro deslices que tuvo en Turín y en Pinerolo, y los lamenta muchísimo. Sabe que hace mal y que causa demasiado dolor a su madre. El estaría dispuesto a confesarse a Ud.; pero son cosas que si uno puede mantener ocultas, se las guarda de buena gana. Yo conozco la milicia, y aunque en la Escuela de Pinerolo hay gran severidad y todas las semanas se hace un riguroso reconocimiento a cada joven, me doy por satisfecho al pensar que sólo fueron tres o cuatro tropiezos, en los que contrajo la infección, y que ya hace mucho tiempo que está perfectamente curado. Esto es todo.


[785]
Le he dicho esto, mi amable Condesa, de la manera más confidencial. No quiero que nadie, ni Pippo, ni Guido, ni el Conde sepan que yo escribí. Pobre de mí si se llegara a saber. Yo tengo los informes más fidedignos sobre Pippo por medio de un Prelado nacido en Pinerolo que, a petición mía, cada semana o cada quince días obtiene noticias de un eclesiástico de Pinerolo, y éste lo sabe todo. Espero que incluso esto redundará en bien de Pippo. Mas para corregirlo y evitar mayores desórdenes, es preciso que Ud. lo sepa todo, a fin de aplicar más sabiamente los medios que libren a Pippo de todo mal. Si merezco sus reproches, hágamelos. Pero el Conde no debe saber nada, para no añadir mayores motivos de irritación contra el hijo.

A mi entender, Ud. debe debe seguir dirigiéndole, con más intensidad, sus cartas y consejos: hacen impresión en el corazón de Pippo, y lo digo con conocimiento. Luego, yo impondría mayor control sobre el dinero, que él emplea mal. Si Ud. le da a Pippo mil escudos, en un año él tiene otros tantos de deuda. También en esto digo con dolor la verdad. Por eso convendría obligar a Pippo a justificar los gastos al céntimo, y no fiarse de él, sino de los papeles, Rechnung, etc. de los otros, y por tanto exigirle las facturas.


[786]
No lo sé, pero supongo que Ud. creerá que está todo pagado en la Escuela; creo que aún faltan 450 francos. En tercer lugar, como Guido tiene gran poder sobre el corazón de su hermano, es preciso que le haga de padre, tutor, maestro y de todo. Deseo hablar con Guido antes de que vaya a Pinerolo. Yo me quedo dos días en Génova, y luego voy a Turín quizá por dos semanas. ¡Cómo me alegraría ponerle a él al corriente de todo! Aunque ya me franquearé algo con la Cdsa. Adelaida Baldini, y nos pondremos de acuerdo. Guido será informado de todo.

No crea, sin embargo, que doy a esto tanta importancia como parece. Es inevitable, querida Condesa: la juventud es débil en este punto, y debemos darnos por contentos si sólo hay algún desliz. Si razonamos entre nosotros, verá que conviene cerrar un ojo; eso sí, vigilando para evitar este mal en el futuro, y acaso otro mayor. Sabemos que el mundo no termina por esto; y sería pretender milagros que el hijo... de un romano se mantuviese inmaculado. De todas formas, con Pippo debemos tener mucho cuidado, y estar con él erre que erre para hacer que abandone ese vicio, después de haber hecho el disparate de pasar tan pronto de Bélgica a Italia.


[787]
Así que no se aflija demasiado. Todo el mal que hay, se lo he contado. Y si hubiese más, se lo diría, porque de Pippo lo sé todo, y mantengo una correspondencia especial para enterarme de todo, y así poner remedio, cumpliendo los deberes del afecto, de la amistad y del ministerio. Así están las cosas, mi amable Ludmila. Por amor de Dios, que nadie sepa que le escribo de Pippo, y mucho menos él; porque me vería obligado a callar en el futuro, y a no hacer lo que me dicta el gran afecto que siento por Ud., por Pippo y por los Carpegna. Con Pippo no hay que extremar las cosas, ni recurrir a excesivas amenazas; a él se le domina del lado del corazón. De mí y de los amigos podrá reírse; pero crea que su madre y Guido aún tienen todo poder sobre el corazón de Pippo.

Estoy casi seguro de ir a Roma dentro del otoño. Entonces tendremos largas conversaciones y profundas reflexiones al respecto. Descuide, que si en el futuro Pippo incurriera en nuevas escapaditas, yo no dejaría de ponerla al corriente, siempre que me hubieran llegado informes seguros.


[788]
En Pinerolo es casi imposible hacer esas escapadas. Es en las ocasiones en que va a Turín, cuando un joven judío lo lleva al Casino. Por eso en Turín debería estar siempre con personas de confianza, como la familia Baldini, etc.

Disculpe, querida Condesa. Escríbame pronto a Turín, a la Fonda del Buey Rojo, donde suelo alojarme. Tengo que estar allí quince días. El domingo o el lunes iré a Pinerolo. No sé si Pippo le ha escrito sobre esto. Lo cierto es que hace quince días estaba en vilo, porque no ha perdido absolutamente nada de su confianza y cariño por Ud.

Por favor, esté alegre, y déme noticias suyas y de toda la familia. Un beso a María, de parte de



Su afmo. y fiel am.

Daniel